SOBRE LA ASOCIACIÓN

El colectivo y laboratorio político Arrebol nació creyendo que la cultura política es uno de los mejores mecanismos sociales para avanzar en nuestra Democracia. Creemos firmemente en esta como herramienta para profundizar en nuestros valores. La política está presente en nuestro día a día, en casi todos nuestros actos, decisiones y posiciones, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los vecin@s... y debe ser el único camino posible para progresar hacia una sociedad más justa, más humana, menos sectaria, que permita avanzar hacia la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadan@s. Nuestr@s representantes políticos hoy, más que en ningún otro momento, deben ser esencialmente ejemplares y albergar un alto sentido ético. Rechazamos profundamente el concepto pre-fascista acuñado como clase política y manifestamos nuestro deseo de que más pronto que tarde, los principales partidos del país, sean capaz de regenerarse y entender que no son los únicos propietarios de la política, aunque sí una parte importante de su representación. ARREBOL figura inscrita en el registro de Asociaciones Culturales de Castilla-La Mancha. E-mail de contacto: arp.arrebol@gmail.com

miércoles, 5 de marzo de 2014


¿SE CUECE ALGO EN MADRID?

En una conversación mantenida hace unas semanas por whatsapp con unos amigos, la mayoría de ellos residentes en Guadalajara, llegábamos a la conclusión de que en dicha ciudad, la oferta de ocio y cultural dirigida a nosotros, los jóvenes, era muy escasa. Vamos, que era para echarse a llorar. Yo, que actualmente resido en Madrid, pensaba que en la capital española la situación era mejor. Pero, reflexionándolo de manera más detenida, he llegado a la conclusión de que también aquí se han notado los efectos de la crisis que, además de provocar el cierre de diversos locales de ocio y de pequeños cines, ha minado cualquier atisbo de movimiento cultural o contracultural que se identificara con la capital madrileña.

Yo, que nací en los años ochenta, no he sentido ni vivido lo que fue “la movida madrileña”, porque, entre otras cosas, soy madrileña de adopción. Pero sí he escuchado música de la época, visto películas que se hicieron en aquellos años o estado en locales que tuvieron su máximo apogeo durante ese periodo de tiempo. Y, por lo que he ido viendo, sintiendo o escuchando, me ha parecido notar que, en aquellos años se respiraba en Madrid un ambiente distinto al de hoy. No es que la movida fuera un movimiento producto de unos valores e ideas muy marcados (no hay nada en ella que molestara ni a izquierdas ni derechas), pero sí ayudó a la visibilización de gays, lesbianas y transexuales, además de ser una corriente simpática y que quería poner ilusión en un país casposo, gris, que salía de un régimen dictatorial que había castigado duramente a su población.

Por ejemplo hoy, cuando uno sale por el barrio de Malasaña, se encuentra con que los locales de referencia de la zona son los que, en los años 80, acogían a multitud de jóvenes con ganas de vivir “Madrid, la nuit” (El Penta, La Vía Láctea, la Sala Clamores), sin una oferta de ocio que, además de proporcionar diversión, promueva la creatividad y el arte. La que tenemos es una oferta de ocio vacía, que solo pretende entretener y que, además, es cara. También es verdad que, poco a poco, van surgiendo espacios culturales y de ocio que, además de distraer, fomentan la imaginación, pero deberían ser más ambiciosos en sus objetivos. Es verdad que tanto en El Matadero como en La Tabacalera se están llevando a cabo acciones en esa dirección. Pero, aun así, pienso que todavía son escasos los espacios culturales con actividades dirigidas a un público más general, cuyo objetivo sea el de familiarizarse con la fotografía o el teatro desde un punto de vista lúdico. En este tipo de actividades, los alumnos de cursos más avanzados podrían enseñar a los principiantes, por lo que los recursos destinados a mantenerlas no serían muy cuantiosos.

Cierto es que la proliferación de salas en las que ver teatro por poco dinero ha ido en aumento (Microteatro por Dinero, La Casa de la Portera, La Pensión de las Pulgas), pero no sé hasta qué punto pueden suponer una alternativa low cost al ocio más comercial. Por ello es necesario que las administraciones pertinentes se impliquen en el fomento de la cultura como una expresión más de la “pura diversión”.

De la misma manera, es importante que existan espacios culturales que sean llevados por personas, y no por instituciones. Porque, desgraciadamente, y este sería otro tema a abordar en otro momento, las administraciones no se están adaptando al ritmo de los cambios sociales, culturales, etc.

Madrid tiene un problema con su oferta de ocio, y es que esta se sostiene en lo que fue en el pasado, pero no tiene una idea ni de presente ni de futuro. Lo mismo le pasa en el plano turístico: Madrid no tiene una marca, un sello distintivo que se identifique con la ciudad. En la presentación de la candidatura a los Juegos Olímpicos, se vio una ciudad casposa, sin vitalidad. Pero ni la ciudad ni sus ciudadanos son así, Madrid tiene mucho carácter y personalidad. Puede que la solución deje de estar localizada en el centro de la ciudad, y debamos fijarnos más en lo que se cuece en los barrios de la periferia, como por ejemplo, en Carabanchel.

Este miércoles subimos a nuestra sección de artículos ciudadanos el que nos envió hace unas semanas nuestra compañera arrebolera, Anna Ladrón. La verdad, que nos quejamos y con razón de lo difícil que lo ponen las instituciones de Guadalajara para desarrollar alguna iniciativa cultural que no sea susceptible de estar controlada y plegada a sus designios, véase el caso de la denegación constante de espacios gratuitos para realizar conferencias, exposiciones u actos ciudadanos en la calle, sin olvidarnos del cierre indefinido del Teatro Moderno. Tampoco se libran de la persecución del ocio las pocas salas y bares con música que aún sobreviven a la crisis y a esta ciudad que se rige a golpe de ordenanza para quién interesa en cada momento. Muchas gracias, Anna por recordarnos que en todos lados cuecen habas, también en Madrid.