SOBRE LA ASOCIACIÓN

El colectivo y laboratorio político Arrebol nació creyendo que la cultura política es uno de los mejores mecanismos sociales para avanzar en nuestra Democracia. Creemos firmemente en esta como herramienta para profundizar en nuestros valores. La política está presente en nuestro día a día, en casi todos nuestros actos, decisiones y posiciones, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los vecin@s... y debe ser el único camino posible para progresar hacia una sociedad más justa, más humana, menos sectaria, que permita avanzar hacia la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadan@s. Nuestr@s representantes políticos hoy, más que en ningún otro momento, deben ser esencialmente ejemplares y albergar un alto sentido ético. Rechazamos profundamente el concepto pre-fascista acuñado como clase política y manifestamos nuestro deseo de que más pronto que tarde, los principales partidos del país, sean capaz de regenerarse y entender que no son los únicos propietarios de la política, aunque sí una parte importante de su representación. ARREBOL figura inscrita en el registro de Asociaciones Culturales de Castilla-La Mancha. E-mail de contacto: arp.arrebol@gmail.com

miércoles, 19 de diciembre de 2012


CRISISTIR MENTALMENTE

Los convulsos tiempos económicos que vivimos y que todo lo arrasan no dejan apenas resquicio para CRISISTIR MENTALMENTE

No nos sirve el “válgame dios” ni el llevarnos las manos a la cabeza en la que la crisis está haciendo estragos. La desesperanza y este contexto de inseguridad que estamos viviendo constituyen un cóctel explosivo para el bienestar de la mente, para resistir emocionalmente.

Además de los datos macroeconómicos que los medios nos recuerdan todos los días, como la prima de riesgo, la deuda pública y privada, la inflación o el déficit, uno de los efectos más notables de la crisis, porque afecta directamente a las personas, es la alteración de la salud, y especialmente las consecuencias que está teniendo la crisis en la salud mental. Asuntos tan del día a día como la inseguridad en el trabajo, el desempleo, el no poder pagar la hipoteca, el no poder hacer frente a los gastos originados por los hijos u otras cargas familiares, y otros aspectos cotidianos que hacen que muchos no puedan llegar a fin de mes, están teniendo ya su secuela en la salud.

Tocamos esta merma en la salud en el mayor consumo de psicofármacos, en el aumento del estrés, el aumento en el índice de suicidios, el incremento en el consumo de alcohol y otras drogas, la mayor frecuencia en el uso de los servicios sanitarios, el aumento también de enfermedades infecciosas o la mayor incidencia de la depresión…

Pongamos algunos ejemplos. Dejando aparte el evidente impacto del paro sobre la salud mental tampoco ésta se mantiene en perfecto estado para los trabajadores en activo. Ante la crisis, muchas empresas han reducido su presupuesto en seguridad y salud, lo que deteriora las condiciones de trabajo e incrementa el riesgo de accidente y enfermedad profesional. La incertidumbre laboral, consecuencia de procesos de reestructuración de empresas en los que se recortan las plantillas, tiene un impacto sobre la salud no sólo de las personas que pierden su trabajo, sino también de las que continúan trabajando. Aumentan los trastornos ansioso-depresivos relacionados con la incertidumbre sobre el futuro laboral, hay más conflictos entre compañeros, más volumen de trabajo al reducirse la mano de obra que la que exige el trabajo. Fumamos más y tenemos más problemas en el entorno familiar.

Y aunque la crisis económica afecta tanto a los hombres como las mujeres, se nota más en ellas. Con anterioridad a la crisis, las mujeres ya partíamos de una situación de mayor dificultad de acceso a un empleo de calidad que los hombres, trabajábamos con más frecuencia en los sectores donde las condiciones de empleo son más precarias (como el servicio doméstico), teníamos salarios más bajos y una mayor carga de trabajo en el ámbito doméstico. Todas estas condiciones empeoran con la crisis y se asocian a un impacto negativo en la salud.

¿Y los niños? ¿Y nuestros mayores?

Aunque no se reflexione normalmente sobre esto, la población infantil es especialmente vulnerable a los efectos de esta crisis porque se aumentan las desigualdades sociales, y estas en la primera infancia son predictoras de desigualdades en la salud en la vida adulta  por las diferencias en el desarrollo físico y psicológico y por el nivel de estudios que se alcance. Además, los resultados profesionales de los adultos dependen de la calidad de la enseñanza recibida en el colegio en los primeros cinco años. Los niños y niñas de clases más desfavorecidas tienden a tener peores resultados escolares y, en consecuencia, en la edad adulta su situación laboral y sus condiciones de trabajo son peores y sus ingresos más bajos.

Las personas mayores son también muy vulnerables a los efectos de esta crisis. Desde luego, la pobreza es un obstáculo para un envejecimiento activo y saludable. Las políticas que disminuyen los ingresos de las personas mayores conllevan un deterioro de la calidad de su alimentación, y disminuciones de su participación social y actividad física, con consecuencias negativas para su capacidad funcional y con un previsible aumento de la dependencia.

Este panorama nos dibuja un mapa decepcionante. Parecemos gotas de agua a capricho de una corriente a la que es imposible controlar. Sin embargo, sabemos que el efecto de la crisis en nuestra salud  depende mucho muchísimo del contexto institucional, especialmente del estado de bienestar con sus mecanismos de protección a los ciudadanos.

El que hemos disfrutado parecía que había convertido en derechos irreversibles de todos nosotros el acceso a la educación, a la salud y a las prestaciones sociales. En estos días en que todo se cuestiona y se revisa, estamos viviendo movilizaciones sociales que pretenden evitar el desmantelamiento (ya no encubierto desgraciadamente) que se está haciendo de ese estado del bienestar. Tenemos que trazar entre todos una línea roja que el gobierno no traspase: la que hace, entre otras cosas, que los enfermos mentales vivan su vida con la dignidad que todos debemos tener, con su salud atendida.

Parece un contrasentido que en estos momentos en que la crisis afecta tan directamente a la salud de las personas, sea cuando el gobierno reduzca las ayudas a los que más lo necesitan, a los más vulnerables de la sociedad.

Crisistamos

Este artículo tan acertado ha sido escrito por Ana Terol que además de madre, psicóloga, emprendedora y otras buenas facetas que desempeña en su día a día, incluida la de ser muy buena amiga de sus amig@s, es una persona tremendamente sensible a la indignidad que día a día nos termina rodeando. A ella le debemos este contrapunto más humano, que nos acerca a ese día a día de los "dolores de cabeza" que nos llevamos a casa de manera muy distinta cada uno de nosotr@s últimamente.