SOBRE LA ASOCIACIÓN

El colectivo y laboratorio político Arrebol nació creyendo que la cultura política es uno de los mejores mecanismos sociales para avanzar en nuestra Democracia. Creemos firmemente en esta como herramienta para profundizar en nuestros valores. La política está presente en nuestro día a día, en casi todos nuestros actos, decisiones y posiciones, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los vecin@s... y debe ser el único camino posible para progresar hacia una sociedad más justa, más humana, menos sectaria, que permita avanzar hacia la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadan@s. Nuestr@s representantes políticos hoy, más que en ningún otro momento, deben ser esencialmente ejemplares y albergar un alto sentido ético. Rechazamos profundamente el concepto pre-fascista acuñado como clase política y manifestamos nuestro deseo de que más pronto que tarde, los principales partidos del país, sean capaz de regenerarse y entender que no son los únicos propietarios de la política, aunque sí una parte importante de su representación. ARREBOL figura inscrita en el registro de Asociaciones Culturales de Castilla-La Mancha. E-mail de contacto: arp.arrebol@gmail.com

miércoles, 4 de marzo de 2015


MUJERES AL PODER

La participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida es un planteamiento incuestionable para el logro de la igualdad plena. Es conveniente señalar que, en no pocas ocasiones, la participación tiende a confundirse con la mera presencia de mujeres, lo cual, aún siendo valioso, no es necesariamente transformador. Para promover cambios tangibles y sólidos la participación de las mujeres ha de ser comprometida, haciendo valer sus necesidades, expectativas y derechos de ciudadanía, así como aportando sus particulares puntos de vista, sin claudicaciones ni chantajes frente al patrón universal del género masculino (el cual, por nuestro proceso de socialización, tenemos interiorizado tanto hombres como mujeres).

Para avanzar hacia la igualdad, todas las esferas de los seres humanos deben transformarse de manera paralela y armónica, tanto en lo que atañe a lo social y comunitario como en el compromiso individual de cada persona. Pero si hay una parcela desde la que pueden promoverse cambios profundos y estables esa es la de la política.

Ciertamente el ejercicio tradicional del poder es intrínseco al patriarcado. Es difícil imaginar los espacios de poder sin competitividad y verticalidad, por no hablar de cómo se estructura el tiempo en ellos, relegando las tareas personales y familiares a un segundo, por no decir despreciable, término. Así las cosas, el poder y una de sus manifestaciones más cívicas, la política, suele discurrir por unos cauces poco amables para las mujeres, que para sobrevivir suelen metamorfosearse con lo masculino o en otros muchos casos, acabar desistiendo de su dedicación pública por falta de tiempo, recursos y comprensión (incomprensión que a veces surge de las mismas mujeres mal “empoderadas”, pues el buen empoderamiento no se limita a asumir el poder y demostrar que este se puede ejercer tan bien – o tan mal- como tradicionalmente lo han venido desarrollando los hombres, sino que conlleva una verdadera toma de conciencia encaminada a feminizar el poder, haciendo que en este se vea reflejado todo el potencial de la mitad de la población. Y en este propósito es muy positiva la presencia de mujeres conscientemente empoderadas, así como de hombres empeñados en hacer política fuera de los parámetros patriarcales).

Hace ya cinco años, se celebró en Cádiz la II Cumbre Europea de Mujeres en el Poder, recordando aquella primera que tuvo lugar en Atenas en 1992. También ese año se conmemoró el 15º aniversario de la constitución de la Plataforma de Acción de Beijing, una cumbre emblemática que marcó un antes y un después en la historia reciente del feminismo. En Beijing se señalaron claramente cuáles eran los obstáculos hacia la igualdad, pero también qué había que hacer para superarlos. Sin embargo, muchas de las metas  que se marcaron  hace ya  veinte años todavía no se han alcanzado, pues aún falta mucha implicación, especialmente de algunos poderes públicos, para remover definitivamente los problemas que impiden la igualdad plena entre hombres y mujeres.

La Cumbre de Cádiz quiso remarcar que la actual crisis internacional debe aprovecharse para introducir definitivamente las políticas de igualdad como un factor indiscutible de crecimiento, para lo que resulta imprescindible lanzar una nueva estrategia para la igualdad,  basada en los estímulos públicos.  Así, se puso de manifiesto que la participación de las mujeres en todos los ámbitos de toma de decisión resulta crucial para marcar la igualdad como un eje transversal en la agenda política. Como rezaba el manifiesto de la Cumbre “el déficit de representación supone la pérdida de talento de las mujeres para la sociedad, sobre todo en el actual contexto de superación de la crisis económica y financiera”.

Un lustro más tarde, los acuerdos de esta Cumbre siguen aún más vigentes que nunca, por mucho que los poderes reaccionarios deseen transmitir la idea que el feminismo y sus reivindicaciones son veleidades de segunda categoría frente a otros asuntos prioritarios como los económicos. La igualdad es un valor absolutamente transversal que no puede mantenerse al margen de la economía; al contrario, las políticas de austericidio, como acertadamente las ha calificado el profesor Krugman, han provocado el aumento de las desigualdades sociales en general y de las desigualdades de género en concreto, incluyendo el incremento de la tasa de pobreza femenina.

La igualdad  de género nos afecta a todos y todas: a los gobiernos, a los agentes sociales y económicos, a los medios de comunicación, a las instituciones académicas y científicas y por supuesto, a los hombres y mujeres en el ejercicio de su responsabilidad individual. De ahí la importancia de que las mujeres se comprometan a liderar los procesos de transformación social , pues así será más fácil incorporar la dimensión de género en las respuestas frente a la crisis económica y de empleo y también  promover la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de la Política Exterior y la Cooperación Internacional.

No me cabe duda de que la sociedad debería salir más reforzada y unida de esta profunda crisis, pero si no sale más igualitaria pocas cosas reales habrán cambiado.

El domingo celebramos, y nos alegramos mucho de poder volver a hacerlo, el Día Internacional de la Mujer como cada 8 de marzo. Este brillante artículo de Paquita Franco, queremos que vaya expresamente dedicado a todas aquellas y aquellos que desprecian el feminismo pensando que la igualdad ya está suficientemente conquistada. Convencidxs de que es la revolución más transformadora que nos queda por comenzar.