SOBRE LA ASOCIACIÓN

El colectivo y laboratorio político Arrebol nació creyendo que la cultura política es uno de los mejores mecanismos sociales para avanzar en nuestra Democracia. Creemos firmemente en esta como herramienta para profundizar en nuestros valores. La política está presente en nuestro día a día, en casi todos nuestros actos, decisiones y posiciones, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los vecin@s... y debe ser el único camino posible para progresar hacia una sociedad más justa, más humana, menos sectaria, que permita avanzar hacia la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadan@s. Nuestr@s representantes políticos hoy, más que en ningún otro momento, deben ser esencialmente ejemplares y albergar un alto sentido ético. Rechazamos profundamente el concepto pre-fascista acuñado como clase política y manifestamos nuestro deseo de que más pronto que tarde, los principales partidos del país, sean capaz de regenerarse y entender que no son los únicos propietarios de la política, aunque sí una parte importante de su representación. ARREBOL figura inscrita en el registro de Asociaciones Culturales de Castilla-La Mancha. E-mail de contacto: arp.arrebol@gmail.com

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Constitución de 1812. Artículo 13 (Facsímil)
 
CONSTITUCIÓN Y CIUDADANÍA
 
El Viernes pasado celebramos el 35º Aniversario de la Constitución española, una efeméride que, por mucho que se haya puesto de moda cuestionar la Ley de Leyes de nuestro sistema democrático entre algunos sectores, nos recuerda que este período de convivencia en paz y libertad ha sido el más fructífero para la historia de nuestro país.
 
Con ello no quiero decir que la Constitución no necesite ciertas reformas o que no sea cuestionable la jefatura de Estado o que la modificación pactada por el PP y el PSOE fuera un modo de proceder correcto  (confieso que a mi parecer no convergen ni el fondo ni la forma). Sencillamente que con todas sus imperfecciones –que inevitablemente ha de tenerlas como creación humana que es-, la Constitución, nuestra Constitución, merece respeto por todo lo que supuso en su momento, por lo que simboliza en el presente y porque, al paso que llevamos, en el futuro puede que hasta nos parezca un texto transgresor.
 
El siglo XX ha sido conocido como el siglo de los derechos sociales. Sería esperable que el siglo XXI, en el que ya nos encontramos inmersos, fuera el siglo en el que esos derechos se consolidaran; sin embargo, las circunstancias actuales parecen indicar lo contrario.
 
Nuestra Constitución consagra el Estado Social Democrático y de Derecho, no obstante, algunos de los derechos que han de hacer posible esa definición son la expresión de una meta que ha de orientar la acción de los poderes públicos, pero no se concreta cómo han de desarrollarse. Y ésta es, en mi opinión, la cara y la cruz de la "moneda constitucional" cuando nos referimos a los derechos sociales.
 
La "cara" del asunto es la discrecionalidad política que lleva implícita, pues otorga un amplio margen para decidir cómo han de desarrollarse los derechos sociales. Además, esta cuestión, aunque en ocasiones pareciera arbitraria, hubo de ser así para lograr el consenso deseado en el momento de la  redacción de la Constitución  y su posterior aprobación.
 
Por el contrario, la "cruz" conlleva que los derechos sociales puedan quedarse en un mero enunciado, o casi. También están sometidos a una cierta inestabilidad, pues la manera de llevarlos a cabo está condicionada en gran parte por la ideología, compromisos y prioridades del Gobierno. Un ejemplo de esta situación son las sucesivas leyes de educación, que pese a ser tan diferentes -e incluso antagónicas- son  todas constitucionales (sí, incluso la triste LOMCE).
 
La Revolución Francesa es la materialización histórica del comienzo de la Modernidad, indisolublemente unida a la aparición y posterior consolidación de las democracias liberales. Con el nuevo estatus de ciudadanía aparecieron primero los derechos civiles, posteriormente  los políticos y no fue hasta muchas décadas después cuando irrumpieron con fuerza los derechos sociales, cristalizados en el Estado del Bienestar.
 
Aunque los derechos de ciudadanía no pueden desvincularse del sistema democrático de los Estados modernos, mientras que los derechos civiles y políticos en general no son cuestionados y en cierto modo están preservados de las contingencias económicas, no ocurre lo mismo con los derechos sociales. Una gran parte de los derechos sociales, o mejor dicho, el desarrollo real de los mismos, está condicionado por la situación económica de manera que algunos de esos derechos se presentan como una especie de lujo para cuando las circunstancias económicas son favorables. Un claro ejemplo de esto último es la aplicación de la conocida como Ley de la Dependencia, pero también vemos constantes recortes en servicios básicos correspondientes a la sanidad o a la educación pública, por no hablar de cómo se ven afectadas las pensiones de jubilación o las prestaciones por desempleo (en este caso no sólo las prestaciones y subsidios, sino también la asistencia a los parados de larga duración). Y qué decir de la Ley  del aborto. Esto por poner algunos ejemplos aunque sin duda hay más.
 
¿He dicho antes que los derechos de ciudadanía correspondientes al ámbito civil y político estaban mejor asegurados que los sociales? Quisiera poder seguir respondiendo afirmativamente a esta cuestión, pero tristemente no tengo convencimiento pleno. La facilidad con la que se cambian leyes electorales al antojo de la caciquilla autonómica de turno, el notable incremento de las tasas judiciales y la inminente “Ley mordaza” son muestras de que pese a algunas personas la Constitución se les haya quedado anticuada, a muchos gobernante no les llega ni a la suela del zapato.
 
Para finalizar, no nos olvidemos de algo: las mujeres fueron las últimas “ciudadanas” en poder disfrutar plenamente de los derechos que como tales les corresponde. Impidamos que ahora sean las primeras en perder la oportunidad de ejercerlos y no porque tan amarga situación deba corresponderle a un hombre, tan sólo porque este retroceso no lo merece ningún ser humano.
 
Hoy comienza su andadura como colaboradora ocasional de nuestro pequeño blog, la ciudadana Paquita  Franco. Como no podía ser de otra forma, participando del proyecto ARREBOL, ya sabemos de qué pie cojeará de aquí en adelante. Aunque nos gustaría destacar un gran don del que ella es poseedora y que hoy por hoy echamos cada vez más en falta en nuestra sociedad. Su capacidad para empatizar en todo momento y lugar con aquell@s que día a día sufren la injusticia social y que le ha llevado a convertirse en una de las personas más honestas con las que alguien podría cruzarse en la vida. Muchas gracias, Paquita.