SOBRE LA ASOCIACIÓN

El colectivo y laboratorio político Arrebol nació creyendo que la cultura política es uno de los mejores mecanismos sociales para avanzar en nuestra Democracia. Creemos firmemente en esta como herramienta para profundizar en nuestros valores. La política está presente en nuestro día a día, en casi todos nuestros actos, decisiones y posiciones, en nuestro trabajo, en nuestra relación con los vecin@s... y debe ser el único camino posible para progresar hacia una sociedad más justa, más humana, menos sectaria, que permita avanzar hacia la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadan@s. Nuestr@s representantes políticos hoy, más que en ningún otro momento, deben ser esencialmente ejemplares y albergar un alto sentido ético. Rechazamos profundamente el concepto pre-fascista acuñado como clase política y manifestamos nuestro deseo de que más pronto que tarde, los principales partidos del país, sean capaz de regenerarse y entender que no son los únicos propietarios de la política, aunque sí una parte importante de su representación. ARREBOL figura inscrita en el registro de Asociaciones Culturales de Castilla-La Mancha. E-mail de contacto: arp.arrebol@gmail.com

miércoles, 8 de mayo de 2013


NO VA MÁS

Tenemos que revisar a conciencia nuestro modelo de desarrollo urbanístico. Hay que romper con siglo y medio de inercias. No va más. La urbanización, que ha sido el más importante proceso de cambio en todos los tiempos, la principal fuerza motora de nuestro pasado crecimiento económico (de alguna manera, también la determinante de avances en nuestros niveles de calidad de vida), se ha desarrollado sin sujeción a parámetros ordenadores al servicio de la población. Los instrumentos y las técnicas urbanísticas no se han predispuesto para hacer ciudad sino para la transformación urbanística del suelo. Y su uso, en general, no ha respondido tanto a afrontar las necesidades colectivas como a la voluntad de satisfacer a grupos de interés políticamente organizados.

Las bases de nuestro modelo de ocupación del territorio quedaron asentadas en la segunda mitad del pasado siglo. Sus desequilibrios más enquistados proceden de entonces: un determinado modelo de negocio inmobiliario y una legislación al servicio de un urbanismo de gestión privada especulativa, que han movido permanentemente al incremento de los precios de los productos inmobiliarios -suelo y vivienda-, y a la expansión urbana. Un modelo que ha venido permitiendo el desarrollo urbanístico basado el fomento público de construcción privada de vivienda de obra nueva en propiedad, accesible con financiación ajena que, titulizada, reforzaba y dinamizaba al propio sistema financiero; estímulos al sector de la construcción con subsidios y desgravaciones; rentabilización de todo tipo de inversiones inmobiliarias preferentemente a través de las plusvalías derivadas de la promoción y venta libres de vivienda nueva que normalmente ocupaba nuevos suelos o se desarrollaba demoliendo edificaciones antiguas, en detrimento de la conservación y rehabilitación del patrimonio arquitectónico existente.

Este modelo se ha mantenido bajo cualquiera que haya sido el color de los Gobiernos que se han sucedido. Un modelo que incitaba a las Administraciones públicas a financiarse compartiendo las plusvalías e ingresos asociados al desarrollo del proceso urbanizador, abriendo la puerta a los ingresos irregulares y a las prácticas corruptas, propiciando a la vez una triple alianza entre promotores, constructores y políticos locales y regionales con competencias urbanísticas, sentando las bases para que el caciquismo prosperara en torno al negocio inmobiliario. Desde el punto de vista de su repercusión en la economía general, este modelo alimentaba el comportamiento cíclico del sector inmobiliario, que quedaba expuesto a los avatares de la coyuntura económica, provocando así sucesivas burbujas inmobiliarias, con los efectos que todos conocemos respecto de la más reciente, la del decenio inmobiliario 1997-2007, donde el urbanismo salvaje asociado a las medidas liberalizadoras de la economía que se pusieron en marcha a partir de 1996, potenció hasta la extenuación sus más negativas repercusiones, en términos medioambientales, económicos, sociales y culturales. Consumo excesivo de suelo. Desarrollo de dinámicas urbanizadoras sin asunción generalizada de criterios respetuosos con la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural. Falta de perspectiva interterritorial, que ha alterado las tradicionales relaciones urbano-rurales, y condicionado la evolución previsible de lo urbano y lo rural a medio plazo. Promociones de viviendas nuevas que han terminado por construir un espacio urbano con grandes carencias en la prestación de servicios a la población. Transformaciones urbanas auspiciadas por la expectativa de generación de rentas, sustituyendo a la población residente de rentas bajas por otra de mayor nivel económico…..

La necesidad de reivindicar el valor de los mecanismos públicos de regulación en el ámbito del urbanismo se presenta hoy con especial intensidad. De otra manera no es posible una política de ciudad que tenga por objeto impedir que se rompa bruscamente el tejido social, que garantice el derecho a una vivienda digna y asequible, que ponga en valor el patrimonio cultural, que equilibre el sector inmobiliario, y que afronte los retos del cambio climático. Conceptos como igualdad, diversidad, inclusión, proximidad, capacitación, información, participación, convivencia, cohesión, seguridad, cooperación, coordinación, concertación, transversalidad, integración, necesariamente tendrán que estar presentes en las actuaciones urbanísticas en los próximos años, y tendrán que venir acompañadas de transformaciones en la organización y en la gestión urbana, en correspondencia con la complejidad de los desafíos y la amplitud de las interdependencias de las acciones a desarrollar por los distintos poderes públicos. No hay incertidumbres al respecto.

Este miércoles, subimos este artículo de María Rosario Alonso Ibáñez. Un buen día, ns cruzamos por la red con ella y se prestó gustosa a abordar en síntesis el semillero del que brotó la famosa burbuja inmobiliaria que tan “felices” nos hizo. Le hemos pedido que se presente así misma:
“Vivo en Oviedo, pero nací en Sigüenza en el año 1957. Allí vuelvo siempre que tengo ocasión. Soy Catedrática de Derecho Administrativo en la Universidad de Oviedo, donde coordino el Grupo de Estudios Jurídico-Sociales sobre Territorio y Desarrollo Sostenible,  desarrollando estudios y análisis innovadores articulados en propuestas para su aplicación y gestión en las materias que guardan relación con los aspectos jurídicos y sociales del urbanismo, el medio ambiente, la ordenación del territorio y el patrimonio cultural y natural, o de las actividades que, como el turismo, el comercio, el trasporte público y el tráfico en general, están vinculadas de manera necesaria con la sostenibilidad urbanística y territorial. También he sido  Directora General de Suelo y Políticas Urbanas en la última etapa del Ministerio de Vivienda, hasta su desaparición en el año 2010.” 
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Muchas gracias por tu generosa colaboración