DÍA ELECTORAL DE LA MARMOTA EN GUADALARA ¿O NO?
Hace ya cuatro años que los ciudadanos de Guadalajara votamos por última
vez, es de nuevo tiempo de reflexionar sobre si este tiempo transcurrido ha
cumplido con nuestras expectativas, se ha acercado a ello, o simplemente
estamos aún más lejos de cumplirlas.
Es cierto que las ciudades, salvo en tiempo de guerra, ni se crean ni se
destruyen en cuatro años, las dinámicas son a más largo plazo, pero el caso es
que cuando existen problemas el no atajarlos, el mirar para otro lado, nos puede
llevar a acabar como Macondo en la gran “Cien años de soledad”, una ciudad de
espejismos que desaparece barrida por el viento y el polvo.
Sí, se que exagero, que Guadalajara permanecerá, pero ¿cómo?, ¿abúlica y
lastimera u orgullosa de sí misma?.
En los cuatro últimos años hemos asistido a hechos que nos indican el
camino escogido por nuestros representantes, tanto a nivel local como
autonómico y siempre amparados en la sacrosanta palabra “crisis”. Un teatro que
cerraron sin ninguna justificación los que ahora lo “reabren” en época
pre-electoral, un centro con más huecos vacíos que habitantes -ahí sí que
parece haber llegado la destrucción o el olvido-, una Universidad cada vez más
tardía y lejana en su ampliación, una reindustrialización inexistente, una
ampliación de hospital que se quedó en esqueleto...
Sinceramente, esta no es la ciudad en la que yo crecí, en un tiempo en
que también había una crisis económica, una ciudad que en los 80 tenía una vida
cultural y festiva que hacía que la gente del Corredor viniera aquí, en vez de
ver la diáspora de alcarreños que se produce ahora hacia Alcalá o Torrejón. No
había Teatro Buero Vallejo, pero estaban el Moderno y el Coliseo Luengo para
ver cine, teatro, conciertos, de primer nivel mundial a precios asequibles a
todos. La noche rebosaba de fiesta, la gente vivíamos con alegría pensando en
el futuro, el paro, que nadie se engañe, era parecido al actual, pero tanto los
sueldos, las prestaciones por desempleo y la esperanza en el futuro y las
posibilidades de encontrar trabajo eran infinitamente mayores que ahora.
Por favor, que alguien nos explique por qué hemos perdido la alegría, por
qué nos han robado hasta la esperanza...
Hay crisis ahora, y entonces también. La diferencia estriba en que
entonces había al frente políticos que pensaban en el bienestar de sus
ciudadanos, mientras que ahora solo piensan en cuadrar sus cifras, como meros
contables.
Hacen falta políticos que luchen por revitalizar el Casco Histórico, para
que en vez de solares vacíos haya viviendas y ciudadanos, para que en vez de
edificios públicos cerrados haya ampliación de la Universidad , servicios
a la ciudadanía, cultura, hacen falta políticos que quieran crear riqueza a
través del desarrollo del Polígono del Ruiseñor, a través de iniciativas de la Universidad y de la
instalación de nuevas empresas, hacen falta políticos que acaben la ampliación
del Hospital porque es necesario socialmente y una locura económica el tener el
esqueleto parado durante cuatro años, y sobre todo hacen falta políticos que
quieran resolver los problemas más graves de sus ciudadanos en su vida diaria,
que asesoren en la búsqueda de empleo y que creen Planes de Empleo, asesorías
para las personas en peligro de desahucio, ayudas para las familias y personas
en riesgo de exclusión o que ya están directamente en la pobreza...
Han pasado cuatro años y es hora de reflexionar y decidir con nuestro
voto qué queremos que se haga con nuestra ciudad, con nuestra Región, en
definitiva, cómo queremos que se desarrollen nuestras vidas.
Este miércoles
pre-electoral, nuestro artículo de la semana se lo tenemos que agradecer a un compañero
arrebolero que lo tiene muy claro, Joaquín Frías. Los políticos no vienen de
marte, se encuentran entre nosotrxs: la ciudadanía, con nuestras virtudes y defectos.
Las “marcas electorales” y los programas (si es que se llegan a realizarse) aportan
una cierta garantía ideológica pero la política concreta la determina quién la desarrolla o no, personas con rostro y apellidos que son presas de
sus propias decisiones con aciertos y errores, más si cabe en unas elecciones locales.
Esta obviedad parece que se va diluyendo en este nuevo mundo político del
telemarketing que nos ha tocado vivir. Por esta razón, en momentos de tanta incertidumbre conviene recordar un par de dichos del refranero que de vez en cuando desempolvan nuestras abuelas: “ni tanto
ni tan calvo” y que “Dios nos pille confesados”. Votad bien y elegid mejor. Gracias, Joaquín.