VOTARÉ CONTRA LA TROIKA
Queda menos para la
cita electoral europea del 25 de mayo. El clima en las calles es muy frío,
con escasa asistencia a los diferentes actos de las distintas opciones, nada
más y nada menos que 39, que concurren a los mismos en el Estado español,
por lo que se ve plural a tope. Y con previsiones, en todos los estudios
sociológicos hasta ahora conocidos, de baja participación, superando los
niveles de abstención de 2009 (54%) y de 2004 (54,9%).
Estos días he
recibido numerosos correos electrónicos de amigos y amigas solicitándome
el voto para esta u otra candidatura. Incluso uno pidiéndome abiertamente
la abstención. En ellos me exponen las razones que justifican el voto a las
mismas (o los motivos para la huida de las urnas) en el camino de superar las
actuales circunstancias: los recortes, el paro, el empobrecimiento, la pérdida
de derechos y la degradación de la democracia.
Incluso alguno
plantea la necesidad de votar pero matiza que recomienda hacerlo “por cualquier
opción que no sea PP/PSOE”. Es decir, que incluye en las recomendaciones de
voto a las diversas planchas que la extrema derecha presenta en esta ocasión
(Vox, Falange Española y de las JONS, Democracia Nacional, Movimiento
Social Republicano o Impulso Social). Tonterías, las justas.
Otros lo hacen
señalando que la suya, la que ellos apoyan o de la que ellos forman parte
directamente, es la “única alternativa” para cambiar las cosas.
Expresión que me desazona y que confirma que no conocen las otras alternativas,
algunas tremendamente coincidentes con la suya. O, al menos, muy similares en
aspectos esenciales.
Como me desmoraliza
el hecho de ese creciente fraccionamiento partidario en el que influyen
sectarismos varios y la presencia, también, de destacados personalismos, de
viejo o de nuevo cuño. Y que hará que cientos de miles de votos progresistas no
se transformen en escaños sino en frustración, una más.
Populismos
Pese a ello, pese al panorama
sombrío, la desunión y las escasas perspectivas de cambio que se abren en esta
Europa conservadora y en la que todo indica que crecerán en su Parlamento los
populismos xenófobos y racistas, tengo decidido acudir a mi colegio
electoral en la mañana del domingo 25 de mayo. No sé si lo haré acompañado
de mi hijo de 18 años que, por primera vez, está convocado a las urnas, pero
que no ha decidido aún qué hacer con su voto.
A estas alturas tengo
claro a quién no daré mi voto, por supuesto. Descartadas por
completo quedan todas aquellas organizaciones que defienden, con mayor o menor entusiasmo,
las vigentes e injustas políticas de recorte y austeridad, en el Estado o en
las distintas nacionalidades y regiones; las que abominan de lo público
y ponen a la macroeconomía y a los mercados por encima de los derechos de las
personas.
Así como las que
pretenden una regresión en el modelo autonómico, apostando por
un mayor centralismo, aunque este no sea el ámbito en el que pueden tratar de
plasmar esos objetivos. Igualmente, no apoyaré en ningún caso a los proyectos
que destilan una profunda demagogia o que están fundados en personalistas egos
o en telepredicadoras conductas.
O los que se olvidan
de las especiales circunstancias de una comunidad, como la Canarias en la que vivo, situada muy lejos
del continente europeo y en la que es mucho más caro producir, así como muchos
más costosos los servicios públicos (centros educativos y de salud,
hospitales…) diseminados en siete territorios, ocho si incluimos a La Graciosa.
Valor limitado
Aunque pueda parecer
extraño, siento simpatía por organizaciones y por personas que se
presentan en distintas planchas electorales. Eso me lo pone un poco más
difícil. Al final me quedan dos o tres opciones políticas y, definitivamente,
me decidiré por una. Sé el valor limitado de mi voto que sólo se hace
más grande cuando se junta con otros.
Sé, también, que las
posibilidades de que en España triunfen listas transformadoras es casi una
quimera en estos momentos, por el nivel de conciencia, la baja organización y
la elevada fragmentación partidaria. Pero considero que en el silencio,
en la pasividad, en el “no va conmigo” es en lo que no se puede depositar, ni
hoy ni mañana, la menor esperanza.
El 25M, superando
decepciones, con dudas y certezas, votaré contra la Troika.
Este miércoles contamos de nuevo con un artículo de
Enrique Bethencourt, a Enrique algunxs de lxs que os movéis por la redes
sociales ya le conoceréis, para aquellxs que no sepáis quién es, os dejamos una
breve reseña para que os animéis a seguir los interesantes artículos que
publica periódicamente.
Periodista canario que desarrolla su tarea
profesional en distintos medios (radio, prensa y televisión) de las Islas.
Licenciado en Ciencias de la
Educación y master en Periodismo, está especializado en
temas educativos y muestra especial sensibilidad por los asuntos referidos a
servicios públicos y derechos y libertades. En los años ochenta obtuvo el
premio nacional del Instituto de la Mujer al mejor tratamiento de la imagen
femenina en prensa. Ha impartido numerosos cursos en las universidades canarias
sobre medios y educación o la violencia en los medios. Actualmente es
subdirector del programa de radio El Espejo Canario y colaborador habitual del
espacio de debate El Envite, de la Televisión Canaria. Desde
hace unos años mantiene el blog La Tiradera , absolutamente independiente de
cualquier medio, con artículos de los más diversos temas (política, educación,
fútbol, etcétera). Uno de ellos, ‘445.568 políticos y tres piedras’, publicado
a mitad de 2012, ha registrado más de 60.000 entradas.
Muchas gracias por
tu colaboración, Enrique.
Podéis seguirle en
Twitter: @EnriqueBeth