Imagen de evolución del Ayuntamiento en el videojuego Clash of Clans
EL AYUNTAMIENTO DE
AYUNTAMIENTOS
He de confesar que me siento mujer rural y, nunca me ha quedado otro
remedio que valorar más la cultura de la política local que otras. Esa política
diaria que con apenas recursos y mucho esfuerzo personal ha sido capaz de sacar
adelante la vida pública de mi pequeño pueblo durante decenas de años. Qué le
vamos a hacer…me he hecho municipalista a fuerza de costumbre y práctica,
primero como vecina de Montarrón y ya desde hace unos años ejerciendo de alcaldesa
por amor a este arte como muchos hombres y mujeres de nuestra provincia. El
padrón de 2014 nos dice que somos 30 personas censadas en un pueblo que a
comienzos del siglo XX superó el medio millar de habitantes. Desgraciadamente,
esta ha sido la tendencia
demográfica habitual durante décadas en los pueblos de Guadalajara no situados
cerca del Corredor del Henares.
Si me preguntasen por qué me entusiasma la política local, lo primero que
respondería sería porque es la que llega de modo más directa a los y las
vecinas, es su primer auxilio. Somos la administración que recoge las
necesidades de forma directa, si apenas burocracia, más aún cuando no tienes
ningún funcionario en plantilla y las recoges tú como alcaldesa en persona. Creo
sinceramente que la administración local es la base para el funcionamiento diario
de un país, es el eje sobre el pivotan en muchas ocasiones el resto de
políticas autonómicas y nacionales.
Quizás esta sea una de las razones por las que la ciudadanía tiene
asimilado que la única administración a través de la cual ejercemos la política
local son los Ayuntamientos, pero existe otra institución desde la que se
vertebra y respalda la política municipal, quizás una gran desconocida en
algunas provincias donde la geografía y demografía sean más agradecidas. No
es otra que la Diputación ,
el Ayuntamiento de los Ayuntamientos.
Más de 200 años de historia rodean esta institución, pero si bien las
diputaciones provinciales nacen en España con las Cortes de Cádiz (1812),
"en
cada provincia habrá una diputación llamada provincial para promover su
prosperidad…" la de Guadalajara se constituyó un
poco más tarde, el 25 de abril de 1813 en Anguita con la denominación "de
Guadalaxara con Molina". Ya en democracia, las Diputaciones han
funcionado como aquellas administraciones intermedias que han intentado cohesionar
una tierra como la nuestra, donde prácticamente dos tercios de la población
provincial habita en un tercio del territorio que es el Corredor del Henares y el
tercio restante se reparte entre más de 300 núcleos poblacionales dispersos por
el resto de la provincia, que en comarcas como la del Señorío de Molina con un
gran despoblamiento rural ha
llevado a alcanzar densidades poblacionales menores que las de Laponia o
Siberia. Todos estos ayuntamientos a cargo de poblaciones mínimas no pueden
prestar servicios por si mismos por ausencia evidente de recursos económicos y
la imposibilidad de disponer de personal propio. Es decir, al menos la primera
necesidad se debe mancomunar o recurrir solidariamente a la Diputación Provincial
y ahí dentro de ese paquete van muchas cuestiones nada lujosas, bomberos, recursos
sociales, recogidas de basuras, agua, obras de mantenimiento y conservación,
comunicaciones y carreteras, asesoramiento técnico, tributos...
Del mismo modo que soy muy consciente de la labor imprescindible de las
Diputaciones en la actual configuración del modelo administrativo para pueblos
como el mío, soy consciente de que la mayoría de la ciudadanía en nuestro país
no percibe esta necesidad como tal, entre otras razones porque no se habita
mayoritariamente en un medio rural como el nuestro. También tengo claro que durante muchos años,
nuestras Diputaciones han desarrollado su actividad con total opacidad,
asumiendo competencias que no son propias, sobredimensionando la institución a
costa de grandes endeudamientos, e incluso algunas, las menos, han terminado
bañadas de corrupción, sagas familiares y/o nepotismo.
Pero seamos sinceros
con nosotros mismos: la herramienta no es el problema. El problema es el uso
que se hace de ella como casi todo en esta vida.
En España hay 41 diputaciones provinciales. Las comunidades autónomas
uniprovinciales de Asturias, Cantabria, Comunidad de Madrid, Murcia y La Rioja no tienen diputaciones
provinciales, al igual que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla al tener
un único territorio administrativo de tamaño pequeño o medio cuya gestión
política recae sobre sus parlamentos y respectivos gobiernos autonómicos. Del
mismo modo, a día de hoy, a pesar de alguna excepción como la Diputación de Barcelona
que cuenta con un presupuesto desorbitado de 820 millones de euros y asumiendo
competencias que no le son propias, las diputaciones provinciales son las
administraciones más saneadas y con menor deuda acumulada del estado, un
ejemplo cercano de este hecho es la Diputación de Ciudad Real gobernada durante
prácticamente todo el periodo democrática por el Partido Socialista.
Es más, las diputaciones ayudan en una gran parte de los casos a ahorrar
dinero público, ofreciendo los servicios al conjunto de municipios de una
provincia, que si los tuvieran que asumir por separado su precio sería mucho
mayor. Un caso claro de esto son servicios como el cobro de los tributos, la
gestión de las plantas de residuos provinciales o el servicio de bomberos. Guadalajara
es una provincia con 288 municipios y más de 400 núcleos de población. Mas del
80% de esos municipios tienen menos de 1.000 habitantes. Si se plantean excepciones
cuando se habla de acabar con las diputaciones aludiendo a cuestiones
históricas, como en el caso de las diputaciones forales, o la insularidad, como
en el caso de los cabildos y consejos insulares, ¿qué pasa con distribuciones
demográficas y geográficas en provincias como la nuestra?
La respuesta parece clara. No tenemos peso electoral suficiente para
vencer este debate como en tantas otras cuestiones frente a otro territorio como
en el caso del transvase Tajo-Segura.
Y sí, creo que es el
momento de modernizar las diputaciones, hacerlas más transparentes y más
útiles. Convertirlas en el núcleo vertebrador de los municipios de menos de 20.000
habitantes, (en nuestra provincia todos, a excepción de Guadalajara y Azuqueca
de Henares) y delimitando claramente cual son sus competencias para que sean
únicamente prestadoras de servicios que supongan una mejora de eficacia y
eficiencia respecto a los mismos servicios prestados por los municipios.
Tampoco creo que
estuviera de más darle una vuelta al modelo de elección de sus representantes
políticos, ya que ahora mismo, las diputaciones son
órganos de elección democrática pero de forma indirecta. La composición
de su pleno se realiza mediante elección por los concejales electos de todos
los ayuntamientos del partido judicial, no directamente por parte de la
ciudadanía. Cada partido político propone a sus diputados y diputadas provinciales
entre sus concejales y concejalas electas. En este sentido, deberíamos poder
elegir a nuestros representantes en las diputaciones de manera directa.
Modernización, si.
Como muchas otras Instituciones del Estado.
Desaparición, No.
Las Diputaciones son necesarias para vertebrar la cohesión de los territorios y
garantizar la igualdad de acceso a servicios públicos esenciales de sus habitantes.
Son un elemento corrector de desigualdades territoriales. Y nuestra provincial
no puede prescindir de ella. Si no fuera por la Diputación de
Guadalajara, muchos de nuestros municipios tendríamos que cerrarlos,
simplemente, desaparecerían, incluso para el verano.
Este miércoles os
proponemos a través de nuestro artículo semanal reabrir el debate sobre la polémica propuesta de suprimir las diputaciones como
la de nuestra provincia. El artículo nos lo envía nuestra compañera Sara Simón,
actualmente alcaldesa de Montarrón, que precisamente no toca de oído al abordar
la cuestión y ejerce la oposición al Partido Popular por primera vez esta
legislatura como diputada provincial del PSOE. Muchas gracias, Sara.