¿SE CUECE ALGO EN MADRID?
En una conversación
mantenida hace unas semanas por whatsapp
con unos amigos, la mayoría de ellos residentes en Guadalajara, llegábamos a la
conclusión de que en dicha ciudad, la oferta de ocio y cultural dirigida a
nosotros, los jóvenes, era muy escasa. Vamos, que era para echarse a llorar.
Yo, que actualmente resido en Madrid, pensaba que en la capital española la
situación era mejor. Pero, reflexionándolo de manera más detenida, he llegado a
la conclusión de que también aquí se han notado los efectos de la crisis que,
además de provocar el cierre de diversos locales de ocio y de pequeños cines,
ha minado cualquier atisbo de movimiento cultural o contracultural que se identificara
con la capital madrileña.
Yo, que nací en los
años ochenta, no he sentido ni vivido lo que fue “la movida madrileña”, porque, entre otras cosas, soy madrileña de
adopción. Pero sí he escuchado música de la época, visto películas que se
hicieron en aquellos años o estado en locales que tuvieron su máximo apogeo
durante ese periodo de tiempo. Y, por lo que he ido viendo, sintiendo o
escuchando, me ha parecido notar que, en aquellos años se respiraba en Madrid
un ambiente distinto al de hoy. No es que la
movida fuera un movimiento producto de unos valores e ideas muy marcados
(no hay nada en ella que molestara ni a izquierdas ni derechas), pero sí ayudó
a la visibilización de gays, lesbianas y transexuales, además de ser una
corriente simpática y que quería poner ilusión en un país casposo, gris, que
salía de un régimen dictatorial que había castigado duramente a su población.
Por ejemplo hoy,
cuando uno sale por el barrio de Malasaña, se encuentra con que los locales de
referencia de la zona son los que, en los años 80, acogían a multitud de
jóvenes con ganas de vivir “Madrid, la
nuit” (El Penta, La Vía
Láctea , la
Sala Clamores ), sin una oferta de ocio que, además de
proporcionar diversión, promueva la creatividad y el arte. La que tenemos es
una oferta de ocio vacía, que solo pretende entretener y que, además, es cara.
También es verdad que, poco a poco, van surgiendo espacios culturales y de ocio
que, además de distraer, fomentan la imaginación, pero deberían ser más
ambiciosos en sus objetivos. Es verdad que tanto en El Matadero como en La Tabacalera se están llevando a cabo acciones en
esa dirección. Pero, aun así, pienso que todavía son escasos los espacios
culturales con actividades dirigidas a un público más general, cuyo objetivo
sea el de familiarizarse con la fotografía o el teatro desde un punto de vista
lúdico. En este tipo de actividades, los alumnos de cursos más avanzados
podrían enseñar a los principiantes, por lo que los recursos destinados a
mantenerlas no serían muy cuantiosos.
Cierto es que la
proliferación de salas en las que ver teatro por poco dinero ha ido en aumento
(Microteatro por Dinero, La Casa de la Portera , La
Pensión de las
Pulgas), pero no sé hasta qué punto pueden suponer una alternativa low cost al ocio más comercial. Por ello
es necesario que las administraciones pertinentes se impliquen en el fomento de
la cultura como una expresión más de la “pura diversión”.
De la misma manera,
es importante que existan espacios culturales que sean llevados por personas, y
no por instituciones. Porque, desgraciadamente, y este sería otro tema a
abordar en otro momento, las administraciones no se están adaptando al ritmo de
los cambios sociales, culturales, etc.
Madrid tiene un
problema con su oferta de ocio, y es que esta se sostiene en lo que fue en el
pasado, pero no tiene una idea ni de presente ni de futuro. Lo mismo le pasa en
el plano turístico: Madrid no tiene una marca, un sello distintivo que se
identifique con la ciudad. En la presentación de la candidatura a los Juegos Olímpicos,
se vio una ciudad casposa, sin vitalidad. Pero ni la ciudad ni sus ciudadanos
son así, Madrid tiene mucho carácter y personalidad. Puede que la solución deje
de estar localizada en el centro de la ciudad, y debamos fijarnos más en lo que
se cuece en los barrios de la
periferia, como por ejemplo, en Carabanchel.
Este miércoles subimos a nuestra sección de artículos
ciudadanos el que nos envió hace unas semanas nuestra compañera arrebolera, Anna
Ladrón. La verdad, que nos quejamos y con razón de lo difícil que lo ponen las
instituciones de Guadalajara para desarrollar alguna iniciativa cultural que no
sea susceptible de estar controlada y plegada a sus designios, véase el caso de
la denegación constante de espacios gratuitos para realizar conferencias,
exposiciones u actos ciudadanos en la calle, sin olvidarnos del cierre indefinido
del Teatro Moderno. Tampoco se libran de la persecución del ocio las pocas
salas y bares con música que aún sobreviven a la crisis y a esta ciudad que se
rige a golpe de ordenanza para quién interesa en cada momento. Muchas gracias, Anna por recordarnos que en
todos lados cuecen habas, también en Madrid.